Me imagino volviendo en una mañana fresca y soleada, lo suficiente como para sentir los rayitos del sol acariciar mi piel respetando el sereno de la mañana.
Quiero caminar por las mismas calles, volver al que era mi lugar favorito para desayunar y ordenar unos huevos motuleños, quiero volver y con suerte que sea en noviembre para pedir un pan de muerto y un café.
Si es que es cierto que hay algo de nosotros que se queda en ese lugar que nos vio crecer, entonces México tiene pedacitos de mí regados por todos lados.
Mi origen me dio raíces sólidas, firmes y sanas, México me regaló un pedacito de tierra fértil para plantarlas.
Después de todo me regaló la ilusión del primer amor y la libertad de vivir bajo mis propias decisiones.
¿Se entiende el peso de ambas situaciones?, espero que si.
~México, fuiste mi lienzo en blanco listo para pintar y a la vez el pañuelo viejo que limpió mis lágrimas cuando no pude hacer más que llorar.~
Me regalaste el romanticismo de un café con vista a Bellas Artes, me inspiraste con el lila de una jacaranda florecida en primavera, me reprendiste con una vida simple llena de maravillas, me obligaste a improvisar, a ir ligero y a soltar.
Quiero volver y sentir el sabor de un elote, caminar con Marita sin rumbo por Coyoacán, entre calles empedradas, entre el olor a café.
Quiero volverme a enamorar… en medio del bosque, entre el fresco y la niebla, en alguna tarde de septiembre mientras vemos la lluvia caer.
Le escribo a México no porque no me encuentre un lugar en el aquí y el ahora.
Le escribo haciéndole saber que estoy bien, que aquí el sol brilla cada mañana y que mis pies ya no se incomodan con el frío que trae la noche.
Le escribo para agradecerle porque allí fui feliz… le escribo para pedirle que por favor no me recuerde por esa última vez que le lloré.
-CC
Ay! México de mis amores.
Gold Coast, Australia.