Hace cinco años estaba aquí, en este mismo lugar, haciendo maletas para irme de casa sin una fecha de regreso. Tenía 20 años, estaba completamente enamorada y la vida tenía una pinta mucho más sencilla para ese entonces.
Hoy, no sé si pueda resumir rápidamente todas las cosas que viví en ese tiempo, pero amé, amé profundamente. Dediqué toda mi existencia a ser y estar para un matrimonio. Me equivoqué, aprendí, corregí sobre la marcha, viajé y fui muy feliz.
Fue cuestión de tiempo para empezar a notar que toda mi vida giraba en torno a nosotros. Fuera de eso, yo no tenía una razón para avanzar, sabía que quería más pero no sabía qué, sabía que no quería estar ahí, pero no sabía donde sí.
Me da mucha nostalgia recordar quién era Camila para ese entonces. Aunque la inexperiencia de esa primera vez la llevó a destruir con mucha determinación lo que le tomó años construir, no puedo juzgarla, no puedo sentir enojo hacia ella, solo puedo sentir ternura, admiración y respeto.
Dicen que hasta para reconocer los errores hay que ser valiente, ¿no?. Sin embargo hoy no dejo de sobre prensar…
¿Y si no vuelvo a tener algo tan hermoso? ¿Y si no vuelvo a ser así de feliz? ¿Y si no encuentro un lugar que me devuelva la sensación de hogar?. Me da mucho miedo sentir que perdí lo más increíble que he tenido y que no va a volver.
Siento rabia, perdí mi vida a causa de mis decisiones por él, perdí todo, y ¿para esto?.
Entré en un hueco que cada vez se hacía más profundo, y aunque él cayó conmigo ahí, me sentí sola la mayor parte del tiempo.
Hay momentos como hoy en los que aún me quiebro. Supongo que el tiempo seguirá pasando y eso no va a cambiar, o quizás sí, en menor medida, pero seguirá sucediendo. No pienso negarme sentir la nostalgia y tristeza que me causa cerrar esa etapa de mi vida. Fueron muchos años, nada se supera ni se olvida tan rápido, y yo me voy a tomar el tiempo que considere necesario.
Solamente que ya decidí que mientras voy llorando, voy avanzando, por eso, hoy tantos años después, estoy aquí, de nuevo empacando.
A veces siento que me estoy tomando muy a la ligera mi viaje a Australia. Es que no tengo fecha de regreso, y por momentos siento como si sí la tuviera, aunque supongo que es mi instinto de supervivencia (perfeccionado a lo largo de mi último año de vida) que me dice: tranquila, todo va a estar bien.
Australia me genera paz. Realmente, desde que salí de México, he sentido mucha paz. Pedirle a Dios que tomara el control de todo, fue la primera decisión que empezó a cambiar el panorama, cada cosa que ha venido después de esa conversación con él ha sido mágica, (btw, una noche que también tiene mucha tela por cortar).
Así que bueno, esta vez hacer la maleta tiene un sabor más amargo. Cinco años después, ya no tengo la inocencia de los 20. Ya sé que la vida puede doler de muchas otras maneras, ya sé todo lo que toma construir un lugar seguro para mí misma, ya confirmé que lo único perdurable es el cambio, y por supuesto, ya conozco la sensación de miedo constante.
Aunque hoy la razón que me mueve ya no es el amor, me aferro a todas las demás que sí tengo en lista.
Me aferro a la ilusión que me generan los nuevos comienzos, a la felicidad que siento por poder conocer nuevos lugares y nuevas personas. Me aferro al respeto que siento por mí misma, a la gratitud que tengo con cada persona que estuvo en el proceso, y a la benevolencia que tuvo conmigo Dios y la vida al darme este “SÍ” como respuesta.
-CC.
Pensamientos que se colaron en el equipaje.
Bogotá, Colombia.